EL ASESINO Y LA MUERTE

(Un hombre en una habitación en penumbra, las sombras se alargan en las esquinas, la lamparilla encima de la mesa de cama parece no iluminar. El hombre está sentado, tiene los codos sobre las rodillas y el cuerpo relajado e inclinado hacia delante y la mirada fijada en las grietas que separa cada baldosa del suelo. De repente sube la cabeza y fija la mirada en una esquina, algo se ha movido, no lo ha visto, pero lo ha podido sentir, no era un cuerpo, sino una fuerza cargada de melancolía y una sensación que solo podría definirse como felicidad.
La intuición del hombre no ha fallado y acto seguido, como si la lamparilla se hubiera fundido una luz diferente empezó ha brillar en la esquina. Era la Muerte, tenía que habérselo llevado hacía ya dos horas, pero un sentimiento que no tenía nada que ver con la piedad le impedía realizar su cometido. Él sabía que ella estaba allí pero no se había inmutado hasta que esa chaqueta cayó del perchero. Llegaba el fin)
M - ¿Qué es lo que te preocupa? Estoy aquí, enfrente tuyo, mi guadaña está bien afilada. Sin embargo en tu mirada hay algo que no llego a descifrar. Temes algo, lo sé, pero miras mis cuencas vacías y me llamas. No me temes, ¿Qué te preocupa?
H - Sí, sí que te temo, es solo que hoy he tenido un día ajetreado y tú no eres el principal de mis problemas.
M - ¿Cómo puedes decir eso? Soy la Muerte, ni una visita de la mismísima Abrahel es peor. He venido para llevarte, la mayoría me suplica que les deje más tiempo, pero tú, parece que me esperabas hace tiempo.
H - No, la verdad es que no te esperaba, amo la vida, pero por eso también te entiendo. La verdad es que estaba ya algo cansado y necesito descansar.
M - No lo entiendes, ¿verdad? ¡Vas a morir! ¡Suplícame, llora! ¡Son tus últimos minutos! ¡Haz algo!
H - ¿Por qué tengo que hacer algo? De hecho te abrazaría, pero me parece un sacrilegio que, a pesar de todo, no estoy dispuesto a cometer. Sabes una cosa, quiero vivir, sé que la vida es maravillosa, pero, a la vez, todo me parece demasiado monótono, he perdido el interés y lo peor de todo es que, ahora todo me parece demasiado absurdo para hacer de esto un drama.
M - Muy mal debe haberte tratado la vida, para que te enfrentes a ella con total pasividad. Hasta los suicidas, al ver mi rostro inexistente, me temen y se agarran fuertemente al último de los cordeles que les ata a la vida. Sin embargo, tú, no eres igual, eres el primero al que he observado durante tanto tiempo, llevo dos horas observándote y ni siquiera me he percatado de que se me hacía tarde.
H - Sí,note tu presencia, no sabía quien eras, pero de alguna manera lo intuía, No obstante, como te he dicho, ahora mismo no eres mi mayor problema.
M - Entonces, ¿me ves como una solución?
H - No, simplemente no me importas, ahora mismo la situación es tal que me da igual vivir que morir.
(Un brillo como de una lágrima recorrió la sombra que tiene por rostro la muerte, no conseguía entenderlo, ese hombre había sufrido tanto que percibía la muerte y la vida las veía con total pasividad si es que se dignaba a mirarlas)
M - ¿Qué te ha pasado?
(La Muerte se sentó al lado de su víctima y pasó una de sus sombras sobre los hombros del hombre. Él comenzó de nuevo a llorar desconsoladamente, cosa que a su verdugo le pareció avergonzante. Tras un rato de llantos la sombra abrazó a aquel perdido, ¿Qué le podía haber pasado?
Finalmente el hombre comenzó a hablar)
H - He matado.
M . Eso no es cierto, no olvides que soy un Dios y como tal lo sé todo y más sobre ese tema, tú nunca has matado ha alguien.
H - Tú no lo entiendes, soy malo, no he matado solo una persona, he matado a todos los que me querían.
M - Si tú lo dices
H - No me crees, ¿qué me dices de Ander Fernández, de María Pérez, de Julián Castro, de Roberto Diez, de José Luis Rodríguez, de Sofía Villanueva, de Lucía Martínez y de Miriam Calvo? ¿Qué me dices de todos ellos?
M - Me los llevé, pero no los asesinaste. Ander Fernández murió de un infarto hace tres años; a María Fernández la atropelló un coche más o menos en las mismas fechas; Roberto Diez también murió en la carretera un año después; lo de José Luis fue terrible se resbalo en su portal y cayó con la cabeza sobre un escalón; Sofía Villanueva era soldado, estaba en Afganistán, lo que le pasó le podía pasar a cualquiera; lo de Lucía fue más triste, no fue un buen año para ella, no encontraba trabajo, se separó de su marido, murió su padre y la presión pudo con ella, la verdad es que me duele llevarme así a la gente, pero fue mejor para ella. De esa Miriam no recuerdo nada por lo que debe segur viva y por lo tanto no la has matado.
H - No lo entiendes, yo les maté antes de que hubieras hablado de ellos.
M - No lo debo entender, ¿Cómo los mataste?
H - No los quise, la verdad, nunca he querido a nadie. Cada día que pienso en ellos, en todas las personas con las que me he relacionado me pregunto: "¿Por qué me quieren?" No encuentro la respuesta, la he buscado miles de veces, he recorrido cada centímetro de mi cerebro buscando la solución, pero no la he encontrado. No me entiendo, no consigo entender una relación más allá de los intereses de cada parte. Así todo es más simple, pero no llego a comprender la totalidad de la amistad. Les he matado, porque no les hice caso.
M - ¿Por qué?
H - Porque en ellos veía hipocresía, nunca he conseguido entender los actos por sí. ¿Quién da algo sin esperar otra cosa?
M - Te odias
H - No, sí, no lo sé. ¿Me estoy volviendo loco?
M - Siempre lo has estado.
H - Me gustas, eres sincera.
M . Te voy a llevar en unos minutos y luego no te volveré a ver. ¿Por qué tendría que pensar en no ofenderte?
H - Más de uno, simplemente por misericordia, aunque lo llamen empatía se hubiera negado a contestar a la pregunta... (Tras una pausa, en la que el hombre sufre, sin llegar a denotar en ningún momento preocupación porque la muerte haya venido a por él, H vuelve a romper el silencio) No me entiendo
M - ¿Alguna vez te has entendido?
H - Los que no me entienden son los demás, yo los maté y ellos seguían ahí, no me entendían.
M - ¿Alguna vez intentaste que te entendieran?
H - Déjame. No puedo, les maté, lo reconozco, te merezco, les maté sin compasión. Lo que hice... Lo que hice... No tiene justificación. Por entonces eran unos parásitos o yo los veía así, les dejé, les abandoné y te los serví en bandeja. Como... Como si hubiera puesto una pistola en su frente, les hubiera mirado un segundo a sus ojos suplicantes, hubiera apartado la vista y, sin compasión, con una sonrisa, sin ni siquiera asustarme del estruendo, apretado el gatillo.
M - Eso te lo has hecho tú. Yo no soy una especie de justiciera que baja a la tierra bajo las explícitas ordenes de mi hermana Karma.
H - ¡¿Cómo que me lo he hecho yo?! No me he suicidado... No, no recuerdo haberme suicidado.
M - No, no te has suicidado, pero deberías, así me ahorrarías trabajo.
H - ¿Por qué? Realmente me da lo mismo seguir aquí que no
M - Lo sé, vives solo, pero te da lo mismo, porque no te aprecias, ni a a ti, ni a nadie.
H - Eso no es cierto
M - ¿Cómo no va a ser cierto? No me temes, ni me deseas. Eso solo puede ser porque nunca has vivido, ni has sentido nada. ¿Alguna vez has tenido miedo?
H - ...¿Qué si he tenido miedo alguna vez?..eeee...eeee...¿A tí qué te importa?
M - O sea, que has tenido miedo, me temes. Ya era hora
H - No, no te temo, es solo que...
M - "Es solo que..." ¿Qué?
H - Que...
M - "Que" ¿Qué?
H - Que me arrepiento de todo, no sé como decirlo, sé que lo he hecho mal, no sé donde fallaron mis teorías esactamente. Pero sé que lo hice mal, sino no sería el vulgar asesino que soy. Todos los que han pasado por mi vida, tras una temporada, murieron, se marchitaron en ella, no lo entendieron. ¡Murieron! ¡No lo entiendes! ¡Murieron! ¡Les maté! ¡Has oido! ¡LES MATÉEEEEEEEE!
M - Pobre hombre
(El hombre lloró de nuevo y la muerte le consoló, era el primer caso que conocía de ese tipo. El hombre no le temía, él tenía miedo a la soledad y estaba totalmente solo por ese mismo miedo. Tras un rato, la Sombra miró el reloj, era muy tarde)
M - Venga, tenemos que irnos
H - Les maté... les maté
M - Tenemos que irnos (la Muerte aunque por las propias leyes naturales no pudiera, lloraba)
H - Les maté
M - Tenemos que irnos, tú también estas muerto.
H - ¿Qué me pasó?
M - También te asesinaste
H - ¿Me suicidé?
M - No, tú corazón dejo voluntariamente de latir. Le dabas pena.

H- Antes de que me dejes y te olvides de mí. ¿Dónde me mandarás al cielo, al infierno o a la Nada, es decir a ningún sitio porque esos lugares no existen?
M- Eso depende de lo que tú quieras. Eres libre, si es que alguna vez no lo has sido. La verdad es que eres un personaje gracioso. Tan libre que lo encarceló la soledad.
(La Muerte cruza la habitación y se dispone a atravesar la pared en busca de nuevas víctimas. A sus espaldas el cuerpo del hombre atormentado se vuelve cada vez más pálido, por su mejilla ahora cae una lágrima y su voz, ya ultratumba dice sus últimas palabras en su última bocanada de aire).
H- Un placer haberte conocido. Eres una buena amiga, lástima que aparecieras en mi vida tan tarde.

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